Salimos en tren muy temprano de Bari con rumbo a Polignano a mare para continuar luego a Alberobello y dormir allí.
El viaje toma un poco menos de media hora en los trenes regionales Ferrovie del sud est, a un costo irrisorio de $2.75 euros. Los billetes se pueden comprar en las máquinas de la estación central de Bari o por internet.
En la estación de Polignano no hay consigna de equipaje, pero puedes dejarlo en el depósito Pugliamare a dos cuadras de aquella, por solo 5 euros el día.
El pueblo, que está sobre una meseta de acantilados, tiene aproximadamente 20 mil habitantes y es un sitio de vacaciones en el verano, por la belleza de sus playas y el azul del mar.
La construcción más destacada la encontramos a la entrada del casco antiguo, se llama Arco Marchesale o Porta grande, del siglo XVI y era la única entrada de la muralla que rodeaba la ciudad.

Por ella se llega a la Plaza Vittorio Emanuele, muy pequeñita pero la más importante del pueblo, donde se encuentra el Palacio del Reloj y la catedral de Santa María Asunta, una iglesia de fachada muy sencilla, pequeña y con bastante decoración en su interior.
Su casco antiguo es pequeño pero hermoso. Las casas, en piedra blanca en su mayoría, otras pintadas en cal. Recorremos sus calles y patios admirando la belleza de las construcciones, su magnífico mantenimiento y la multitud de pequeños almacenes de artesanías y restaurantes.
Finalmente, una de las salidas del centro histórico nos lleva a una de las terrazas desde la cual podemos observar la inmensidad y el azul intenso del mar y a lo lejos, el pueblo.


Si miras hacia abajo, te encontrarás una pequeña playa entre los acantilados llamada Lama Monachile, dicen que en verano es la más visitada. Es uno de los puntos más bonitos del pueblo. Esta pequeña playa divide el casco antiguo, de la parte moderna.

Ya a medio día y encantadas con la belleza de este pueblo, fuimos a recoger la maleta y tomar en el parque principal, un bus que nos llevaría a Alberobello.
Luego de esperar el bus y de que un marroquí nos embrujara con sus historias, nos regalara un llavero de elefante como estrategia de ventas y finalmente, cuando ya estábamos conmovidas, insistiera en que le compráramos su mercancía a lo que, por supuesto nos negamos, subimos al bus para el viaje de una hora.
ALBEROBELLO
Llegamos a eso de las 4 de la tarde; caminamos desde la estación hasta encontrarnos en la parte alta de la Plaza del Popolo, desde donde es fascinante ver a lo lejos el conjunto de Trulli, las casas típicas de esta ciudad. Están hechas en piedra superpuesta y sin ningún tipo de argamasa o cemento para unirlas, tienen forma de cilindro y terminan en un techo cónico coronado por una pequeña aguja y una piedra en la punta. Estas construcciones, típicas de la región de Apulia, se iniciaron en el siglo XVI como un asentamiento de campesinos y fueron aumentando hasta completar el conjunto que hoy vemos de casi 1.500 entre los dos barrios que existen. En 1996 fueron declarados Patrimonio de la humanidad.

Nuestro alojamiento fue en el GrandiTrulli B&B, ubicado en la vía Monte san Gabrielle donde luego de perdernos gracias al gps de Google, llegamos rendidas pues las calles son empinadas. Allí nos recibió Stefano, quien muy amablemente nos enseñó el sitio y contó su historia. Un lugar muy bien acondicionado con la habitación en el 2 piso, totalmente bajo la cúpula, muy cómoda, con su baño bien dotado. En el primer piso, una sala, la cocina, pequeñita, pero con todo lo necesario y una terraza deliciosa para desayunar y relajarse en la tarde. Como detalle especial, las tortas y galletas hechas por su mamá nos dieron una excelente bienvenida. Todo ello por un precio módico, $87.62 euros incluyendo el desayuno.




Hay dos barrios: el Rioni Monti que cuenta con más de mil trulli y es el más turístico. En su mayoría alojan almacenes de artesanías, pequeños bares y B&B. Todos están muy adornados con materas florecidas y enredaderas en sus paredes. Entre ellos se destacan el trullo Sovrano, el más grande de todos y que hoy aloja un museo, aquellos que en su techo tienen pintados signos del zodíaco o signos que según dicen, representan motivos religiosos y la Iglesia de San Antonio, construida en los años 20 del siglo pasado, de forma cuadrada, pero con techo de trullo. Infortunadamente no entramos pues estaba cerrada.
El otro barrio Aia Picola, alberga alrededor de 400 trulli que son meramente residenciales. Nosotras lo visitamos en el atardecer encontrando que la gente se recoge temprano, pues literalmente a eso de las 7 de la noche, no vimos una sola persona en la calle.



La Plaza del Popolo es sitio de reunión de turistas y locales, está rodeada de puestos de artesanías, las más comunes son los tejidos y los pitos de cerámica que vimos también en otros pueblos de Apulia. Aquí hay restaurantes que curiosamente cierran también muy temprano, probablemente por la época, estuvimos allí a principios de octubre. Caminando por esta plaza llegó el atardecer y nos regaló estos hermosos arreboles.


