Llegamos procedentes de Suceava a la estación norte, un edificio de la época soviética; sucio, feo, con pocas comodidades y definitivamente donde no se encuentra un sitio decente para comer. De tal manera que, si el viaje es largo la recomendación es llevar las provisiones.
Nos alojamos la primera noche antes de partir a recorrer Transilvania, en el hotel Hilton Double Tree, muy bien ubicado en la zona moderna de la ciudad, en el Bulevar Unirii (Unión) cerca de la plaza del mismo nombre y a 15 minutos a pie del parlamento, considerado el edificio más grande del mundo. Este bulevar va desde el río hasta el parlamento y tiene un amplio cruce de calles con una linda fuente en el centro.
Nuestra visita era de un día y gastamos mucho tiempo esperando el vehículo que alquilamos, por lo que deambulamos un poco por el casco antiguo y visitamos la calle Lipscani, centro de entretenimiento nocturno, que si la recorres en el día te desilusiona.
Es una ciudad con mucha herencia arquitectónica soviética, conjuntos de apartamentos en los que cada propietario ha hecho su propia reforma en la fachada, haciendo que la estética del edificio quede aún más desmejorada. Sin embargo, conserva algo de su arquitectura francesa del siglo XIX, encontrando una mezcla de edificios bien restaurados y bonitos, entre otros plagados de grafitis y descuidados.
Su avenida principal es la calle de La Victoria Calea Victoriei que parte del centro. Hay en ésta una combinación de edificios antiguos con edificios del período ruso, que en sus bajos alojan almacenes de marca, cafés y restaurantes. Sin importar su origen, sus fachadas despliegan una gran cantidad de avisos publicitarios que le restan belleza a las construcciones antiguas.
Como dije, nuestro tiempo allí fue corto, alcanzamos a visitar la sede de la iglesia ortodoxa rumana, con su Catedral Patriarcal, un edificio del siglo XVII en estilo renacentista rumano. El interior es hermoso, con gran cantidad de pinturas en sus cúpulas y naves, que representan pasajes de la Biblia. Su iconostasio es grande, enchapado en lámina de oro y ocupan un sitio especial los iconos de San Constantino y Santa Helena muy venerados en ese país, por lo que la catedral es llamada también por sus nombres. En este recinto reposan los restos mortales de varios patriarcas ortodoxos rumanos y en un nicho especial, una urna contiene reliquias del santo Dimitri Barsabarov. El coro tiene un balcón ricamente decorado, sobre el cual la escena de la Dormición de la Virgen tiene un lugar destacado
El campanario, que se encuentra a un costado de la iglesia, tiene su fachada similar a la catedral y para mi asombro, es una edificación muy baja.
Alrededor, se encuentran diferentes edificios que alojan la residencia del Patriarca metropolitano del país y oficinas de la Iglesia ortodoxa.
Nuestra última noche en este país, la pasamos en el hotel Athenée Palace Hilton, un palacio de principios del siglo XX de gran belleza, cercano a la plaza de la revolución.
Aquí termina pues nuestro viaje a Rumanía, país que me enamoró por la belleza de su área rural, los pueblitos y ciudades que visité y sus hermosos monasterios de Bucovina. Lo único que me decepcionó fue su capital.
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