BARI
La región de Apulia, Puglia en italiano, está ubicada en el tacón de la bota italiana; salpicada de pintorescos pueblitos y con el sabor a mar y playa. Tiene como capital la ciudad de Bari. Es difícil decidir cuáles visitar, entre este sinnúmero de poblaciones, cada una con su toque atractivo. Pero habíamos decidido dedicar 7 días a esta etapa del viaje, incluyendo Matera, que pertenece a la Basilicata. Así pues, leímos muchos blogs de viaje, recorrimos en la web las oficinas de turismo de la región y los pueblos y tomamos la decisión de hacer el siguiente recorrido en buses y trenes:

Llegamos a BARI en tren, provenientes de Como. Nos alojamos en el B&B Awesomehouse, un cómodo apartamento en el centro, en primer piso, bien dotado, limpio, con un patio interior muy agradable y cerca de los sitios de interés. El anfitrión tuvo el detalle de recibirnos la maleta a las 7:30 de la mañana, siendo la hora de entrada las 12 del día. Esto nos permitió aprovechar toda la mañana conociendo una parte de la ciudad donde solo estaríamos una noche.
Cabe anotar que, en algunos de los blogs consultados, se decía que no valía la pena la visita. Sin embargo, pienso que es una ciudad bonita, con sus edificios históricos bien cuidados, jardines lindos y un casco antiguo pintoresco. Está ubicada a orillas del mar Adriático y su paseo marítimo o Lungomare en italiano le imprime un encanto especial.
Por su posición geográfica, era considerada la puerta a oriente, lo que le generó mucho movimiento comercial pero también invasiones lombardas, normandas, sarracenas, españolas, bizantinas y hasta llegó a ser un estado musulmán, testigo de lo cual son su Castillo normando, murallas, palacios del casco histórico y sus callecitas intrincadas
Iniciamos nuestro recorrido por la parte nueva de la ciudad caminado entre la zona comercial y edificios de principios del siglo XX como el Palacio Mancuzzi, propiedad de esta familia de comerciantes, hasta alcanzar el corso (Vía) Cavour una avenida llena de jardines florecidos, paralela al paseo marítimo.
Aquí nos topamos con el Teatro de ópera Petruzzelli construido en los primeros años del siglo XX y reconstruido en los años 90 luego de un incendio. Según leí, existen visitas guiadas, pero en nuestro caso no nos permitieron la entrada. Sobre la misma avenida se encuentra el Teatro Margherita, que en sus inicios fue una sala de cine y hoy luego de la restauración del edificio, opera como museo de arte moderno. Lo más destacado del edificio es que está asentado sobre el mar, montado en pilares.



Caminamos luego por la Avenida Vittorio Emanuele, la más importante de la ciudad, a lo largo de la cual hay un sinnúmero de palacios del siglo XIX ocupados en su mayoría por dependencias gubernamentales, entre los cuales se destaca el Palacio de Gobierno
Cruzando a la izquierda del Palacio de gobierno, está el Castillo Normando, llamado también Suevo por una de sus torres. Construido por los normandos en el siglo XII, pasó por manos de diferentes reinos, romano germánico, francés, español, la familia Sforza de Milan, una reina polaca, napolitano para finalmente ser hoy propiedad de la ciudad. El castillo cuenta con su foso y la entrada es pasando el puente sobre éste. Está rodeado de una alta muralla con sus bastiones de la época aragonesa.
El castillo está en muy buen estado y puede entrarse a su patio central, el ingreso cuenta 3 euros. Hay allí un museo al que no entramos por estar cerrado, pero del que por la ventanas pudimos observar algo, concluyendo que no valía la pena volver para verlo. Realmente considero que la mejor visita es apreciarlo por fuera pues verdaderamente es imponente.




Llegado el mediodía entramos al apartamento a descansar, dejar las maletas y darnos un baño, pues habíamos pasado la noche en el tren. Ya relajadas partimos al centro antiguo y a buscar dónde almorzar. Como eran ya más de las 2 de la tarde, casi todos los restaurantes estaban cerrados. Encontramos finalmente un sitio de comida rápida italiana, Le Sgagliozze di Donna Carmela. Allí te dan degustaciones de orecchietta con salsa ragú, berenjena, polenta frita y otros platos que no recuerdo y un vino de tercera categoría. Sinceramente la comida es de muy mala calidad.
Entramos pues a Bari vecchia por el arco bajo (arcobasso), el casco antiguo de Bari.

Allí el programa es deambular por sus callejones laberínticos hechos en lajas de mármol, admirando sus casas, unas con un atractivo aire de decadencia, otras mejor tenidas, portones antiguos, la clásica ropa lavada colgando de los balcones o cuerdas tendidas entre ambos lados de la calle, lindos almacencitos de artesanía, exhibiciones de la tradicional pasta orecchietta en diferentes colores, puestos de fruta y muchos restaurantes.
Buscamos luego la famosa Basílica de San Nicolas, el santo turco del siglo IV que se hizo famoso por ofrecer regalos a los niños pobres y a partir de quien surgió el San Nicolás navideño en Alemania y posteriormente convirtieron en el papá Noel de CocaCola.La iglesia, construida en piedra blanca, es sencilla, solo resalta el fresco del techo. La cripta aloja los restos del santo, que fueron traídos de Turquía luego de la invasión musulmana. Es la iglesia más importante de Bari, donde el santo es muy venerado y recibe peregrinaciones de todas partes del mundo.
Por último, recomiendo hacer una agradable caminada por el lungomare, tiene una vista hermosa del puerto y se puede tomar un café en alguno de los locales que hay a lo largo del paseo marítimo.



