Es un pueblo de 30.000 habitantes encerrado en una fortaleza, conserva su arquitectura alemana medieval y fue declarado patrimonio de la humanidad. Entramos por la parte baja y encontramos un conjunto de casas coloridas, donde resalta la casa del ciervo o Casa cu cerb, en cuya esquina principal hay pintados dos ciervos cuya única cabeza es un trofeo de caza, es una de las más antiguas de la ciudad, a finales del siglo XVII fue totalmente remodelada y hoy es un hotel. Continuamos subiendo hasta encontrarnos con la Scara Scolii, una escalera con cubierta en madera que nos llevará a la parte alta.
Pasamos bajo la monumental Torre del reloj construida en el siglo XIV como defensa a la entrada de la ciudad, con una altura de 64 metros, lo que la hace visible desde cualquier punto. Siglos más tarde se le instaló el reloj, funcionó allí el consejo y hoy aloja el museo de historia.
Finalmente alcanzamos la parte alta y llegamos a la Plaza Cetatii, la más popular de la ciudad. Tuvimos la fortuna de ver el festival de música folclórica, Proétnica, que se celebra anualmente en verano así que nos paramos a admirar los bailes y canciones presentados por grupos de diferentes pueblos de la región.